Pinacoteca

jueves, enero 12, 2006

Busetas - Reflexiones sobre Bogotá


Uno de varios modos de transporte en la ciudad de Bogotá. Se caracteriza por la violencia del movimiento, la falta de consideración del conductor al no esperar que terminara de subirme y lo peor de todo...la maldita rueda. Los bogotanos ya no perciben la existencia de este instrumento, diseñado para cuadrar el dinero con la cantidad de personas que viajaron ese día. Pero la rueda me provocaba pavor. Por qué, se preguntarán. Bueno, ¡es que la rueda es discriminatoria!

Para los que son delgados, esbeltos, sin libras de más, la rueda no es un problema. Pero los que, como yo, tienen bastantes libras de más, los que tenemos las piernas gruesas, los que a veces teníamos que brincar sobre la rueda y pasar la vergüenza de no tener la agilidad al hacerlo, o peor aún, los que teníamos que entrar por la puerta trasera (si la hay) para no pasar trabajo, somos nosotros los que quizás, odiábamos la rueda. Y es que ser gordita en un país donde las reinas de bellezas transitan las calles a diario junto con el elitismo de la rueda, me llevó a tomar taxi todos los días de la primera semana que estuve en Bogotá.

Sin embargo, esa ciudad sería mi hogar. No podía estar tomando taxi cada vez que se me antojara viajar cinco cuadras más abajo. Así que decidí darle una segunda oportunidad a la transportación pública. Esta vez opté por los llamados 'Ejecutivos', denominados así por su tamaño tipo bus escolar y la comodidad que le ofrecen a sus pasajeros. ¡Pero igual tienen la maldita rueda! Sí, la misma que no me permitía sentarme entre la gente y esuchar el vallenato (que tanto odiaba inicialmente y terminó gustándome) gritando por los parlantes. Esta a veces era más ancha que la de las busetas. Al menos en los ejecutivos, no se me dormían las piernas, como me pasó una vez en una buseta en la que estuve en un trancón más de una hora.

Los que han ido o saben algo de Bogotá preguntarán por qué no usaba el Transmilenio, un bus con ruta fija y estación. Los días en que viajaba al norte de mi humilde aposento en la Calle 38 con Carrera 13, iba cómoda y feliz. Aunque tenía que pasar por una rueda para entrar a la estación, está diseñada para acomodar gente de todos los tamaños. Pero esos días eran los menos ya que el Transmilenio no llegaba a muchos de los lugares que solía frecuentar, como Hacienda Santa Bárbara.

Fueron muy pocas las veces que subí en un transporte público que no tuviese la dichosa rueda. Los días en que pasaba, siempre los que menos esperaba, me sentía especial, como si hubiese ganado un premio invisible. Un premio por la insensibilidad de la gente que se cuestionaba el por qué de mi peso o por todos los insultos que me regalaron los desplazados al bajar del transporte o por las veces en que algún desconocido me 'sugería' que fuera al gimnasio de la universidad para ejercitarme.

Viajé "cómodamente" en los Ejecutivos la mayor parte de mi estancia en Bogotá. Evitaba las busetas como si fuesen la plaga y ¡ni hablar de un colectivo! (Estos son más pequeños que las busetas y, en mi opinión, una categoría aparte.) Si por casualidad tenía que ir a algún sitio al que sólo iban busetas, felizmente llamaba a mi amigo Álvaro, un taxista que conocí en el hotel al que llegué cuando me mudé, para que me llevara.

4 comment(s):

Comaprto contigo mis reflexiones colombianas. Yo no conozco Bogotá, pero el transporte público de Medallo también es un poco loco. Y acabas de recordarme la rueda!

"Es cierto que en Medellín el miedo es un cuerpo, una presencia tangible que suda, que respira ruidosamente, que te mira con el rabo del ojo cuando subes lo más rápido posible al Circular Coonatra, transporte que sólo detiene la marcha el tiempo necesario para que asegures pie y medio en el primer escalón de la puerta delantera"

texto completo aquí:
http://www.casa-tomada.com/caminesola2.htm

By Blogger nicolececilia, at 12 enero, 2006 22:57  

Nicole,
Gracias por tus comentarios.

Yo no puedo decir que conozco a Medallo porque el tiempo que pasé cerca fue en las afueras, en un pueblito que se llama Don Matías. Pero entiendo muy bien todo lo que sentiste allí. Y sí, regresaría, eternamente, lo haría.

By Blogger Iva, at 14 enero, 2006 00:13  

hola, no soy bogotana de nacimiento pero lo soy por adopción, he vivido tooooda mi vida aquí. Te recuerdo que lo peor de las busetas no son solo las ruedas, lo son las sillas pequeñas para nosotras las caderonas, lo pegadas unas de otras para que quepa mucha gente y las ventanas que NO ABREN!!!! LILIANA GOMEZ

By Anonymous Anónimo, at 16 enero, 2006 19:01  

jeje hola, andaba haciendo una investigacion para una historia en la que trabajo y precisamente es sobre las busetas, asi que me encontre con tu blog y pues lei lo que opinas sobre las busetas, jeje a mi personalmente y aunque lo de la rueda si es incomodo, me encanta viajar en buseta, eso si, claro, mientras esta no este llena y pueda sentarme comodamente ya sea para ver por la ventana o para apreciar jaja la sobre cargada decoracion del vehiculo, o para apreciar y diferenciar los diversos tipos de personas que se suben a esta y bueno ni que hablar de los vendedores ambulantes.
es como si reunieras a todos los diversos grupos socio-culturales y los metieras en una buseta.

saludos

By Anonymous Anónimo, at 08 mayo, 2006 07:01  

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