Quisiera ser...
Como este personaje, creado por Milan Kundera en su novela El libro de la risa y el olvido. Aquí un capítulo:
Foto de Atila, Deviant Art, http://tn3-1.deviantart.com/300W/i/2002/36/2/2/Male_nude_02.jpg
Un día le llegó al trabajo una carta de una chica desconocida. Parece que lo conoce de vista y se decidió a escribirle porque para ella no existen las convenciones cuando un hombre le gusta. Karel le gusta y ella es una cazadora. Una cazadora de experiencias inolvidables. No le interesa el amor. Sólo la amistad y la sensualidad. La carta iba acompañada de una foto de una chica desnuda en una postura provocativa.
Al principio, Karel tuvo miedo de responder porque pensó que alguien le estaba tomando el pelo. Pero después no pudo resistirse. Le escribió a la dirección fijada y la invitó a la casa de un amigo suyo. Eva vino, alta, delgada y mal vestida. Parecía un jovencito alargado, vestido con las ropas de su abuela. Se sentó frente a él y le contó que para ella las convenciones no tenían ningún significado cuando le gustaba un hombre. Que lo único que le importaba era la amistad y la sensualidad. Su cara estaba cubierta por la inseguridad y el esfuerzo y Karel sintió por ella más bien compasión fraternal que deseo. Pero luego se dijo que era una lástima perder cualquier oportunidad:
- Es maravilloso - dijo para darle aliento -, cuando se encuentran dos cazadores.
Fueron las primeras palabras con las que interrumpió la declaración apresurada de la muchacha y Eva se recuperó inmediatamente , como si se hubiera deshecho del peso de la situación que durante media hora había estado soportando heroicamente ella sola.
- Soy una exhibicionista - dijo con el mismo tono que si hubiese reconocido que era jugadora de baloncesto.
Le dijo que quería verla.
Se estiró con un gesto de felicidad y le preguntó si había un tocadiscos.
Sí, había un tocadiscos, pero su amigo sólo tenía música clásica, Bach, Vivaldi y óperas de Wagner. A Karel le parecía extraño que la chica se desnudase con música de Isolda. Tampoco Eva estaba muy contenta con la música.
- ¿No hay nada moderno?
No, no había nada. No hubo más remedio y al fin tuvieron que poner en el tocadisco una suite de para piano de Bach. Se sentó en un rincón de la habitación para ver bien. Eva intentó seguir el ritmo pero el cabo de un rato dijo que era imposible.
- ¡Desnúdate y no hables! - le dijo con severidad.
La música celestial de Bach llenaba la habitación y Eva seguía arqueando las caderas. La dificultad de bailar al son de aquella música hacía que su actuación fuese especialmente difícil y a Karel le pareció que el camino, desde que arrojó el primer suéter hasta que al final se deshiciera de las bragas, debía ser para ella interminable. El piano sonaba en la habitación, Eva se contorsionaba en movimientos de baile y tiraba al suelo, una tras otra, las piezas de su vestido. A Karel ni lo miraba. Estaba completamente concentrada en sí misma y en sus movimientos, como un violinista que toca de memoria una pieza difícil y no puede perder laF atención mirando al público. Cuando estuvo completamente desnuda se dio vuelta, se apoyó con la frente en la pared y se llevó la mano a la entrepierna. Karel también se desnudó y se quedó extasiado mirando la espalda temblorosa de la chica, que se masturbaba. Fue maravilloso y es perfectamente comprensible que desde aquel momento no permitiese que nadie se metiera con Eva.
Por lo demás, era la única mujer a la que no le molestaba el amor de Karel por Marketa.
- Tu mujer tiene que comprender que la quieres pero que eres un cazador y que esa caza no es para ella ningún peligro. Pero eso no hay mujer que lo comprenda. No, no hay mujer que pueda comprender a un hombre 0 - agregó con tristeza, como si ella misma fuese ese hombre incomprendido.
Al principio, Karel tuvo miedo de responder porque pensó que alguien le estaba tomando el pelo. Pero después no pudo resistirse. Le escribió a la dirección fijada y la invitó a la casa de un amigo suyo. Eva vino, alta, delgada y mal vestida. Parecía un jovencito alargado, vestido con las ropas de su abuela. Se sentó frente a él y le contó que para ella las convenciones no tenían ningún significado cuando le gustaba un hombre. Que lo único que le importaba era la amistad y la sensualidad. Su cara estaba cubierta por la inseguridad y el esfuerzo y Karel sintió por ella más bien compasión fraternal que deseo. Pero luego se dijo que era una lástima perder cualquier oportunidad:
- Es maravilloso - dijo para darle aliento -, cuando se encuentran dos cazadores.
Fueron las primeras palabras con las que interrumpió la declaración apresurada de la muchacha y Eva se recuperó inmediatamente , como si se hubiera deshecho del peso de la situación que durante media hora había estado soportando heroicamente ella sola.
- Soy una exhibicionista - dijo con el mismo tono que si hubiese reconocido que era jugadora de baloncesto.
Le dijo que quería verla.
Se estiró con un gesto de felicidad y le preguntó si había un tocadiscos.
Sí, había un tocadiscos, pero su amigo sólo tenía música clásica, Bach, Vivaldi y óperas de Wagner. A Karel le parecía extraño que la chica se desnudase con música de Isolda. Tampoco Eva estaba muy contenta con la música.
- ¿No hay nada moderno?
No, no había nada. No hubo más remedio y al fin tuvieron que poner en el tocadisco una suite de para piano de Bach. Se sentó en un rincón de la habitación para ver bien. Eva intentó seguir el ritmo pero el cabo de un rato dijo que era imposible.
- ¡Desnúdate y no hables! - le dijo con severidad.
La música celestial de Bach llenaba la habitación y Eva seguía arqueando las caderas. La dificultad de bailar al son de aquella música hacía que su actuación fuese especialmente difícil y a Karel le pareció que el camino, desde que arrojó el primer suéter hasta que al final se deshiciera de las bragas, debía ser para ella interminable. El piano sonaba en la habitación, Eva se contorsionaba en movimientos de baile y tiraba al suelo, una tras otra, las piezas de su vestido. A Karel ni lo miraba. Estaba completamente concentrada en sí misma y en sus movimientos, como un violinista que toca de memoria una pieza difícil y no puede perder laF atención mirando al público. Cuando estuvo completamente desnuda se dio vuelta, se apoyó con la frente en la pared y se llevó la mano a la entrepierna. Karel también se desnudó y se quedó extasiado mirando la espalda temblorosa de la chica, que se masturbaba. Fue maravilloso y es perfectamente comprensible que desde aquel momento no permitiese que nadie se metiera con Eva.
Por lo demás, era la única mujer a la que no le molestaba el amor de Karel por Marketa.
- Tu mujer tiene que comprender que la quieres pero que eres un cazador y que esa caza no es para ella ningún peligro. Pero eso no hay mujer que lo comprenda. No, no hay mujer que pueda comprender a un hombre 0 - agregó con tristeza, como si ella misma fuese ese hombre incomprendido.
El libro de la risa y el olvido, Milan Kundera.
Seix Barral, páginas 59-61.
Seix Barral, páginas 59-61.
5 comment(s):
"Como si ella misma fuese un hombre incomprendido"
¡Fantástica esta Eva!! Nunca he leído esa novela. La buscaré!
Me encantó este encuentro entre cazadores y el striptease con Bach de fondo me pareció genial.
By no apta para la humanidad, at 05 junio, 2007 15:47
¿Viste que fabulosa es? Yo todavía me estoy leyendo la novela pero la verdad es que Kundera es uno de mis escritores favoritos...No me he leído un libro que no me guste.
By Iva, at 05 junio, 2007 21:59
¡Divino! Pero hablemos de la foto de ese hombre bello en estado natural. Quiero ese catálogo para pedir unos cuantos. :)
By Anónimo, at 06 junio, 2007 09:13
yo me quedé en la foto...bad iva, baaaad..
jajaja
By jô, at 07 junio, 2007 11:18
- ay madam, creo que son muchas las que quieren un hombre así. tan pronto encuentre el catálogo, te busco copia.
- ¿mala yo? ¡cómo vas a decir eso jo!
By Iva, at 08 junio, 2007 01:05
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