La diosa enlutada
Tenía la daga en la mano. Estaba lista. Sólo tenía que llegar hasta su recámara con el pretexto de ver cómo seguía la herida que unos días antes mi madre y yo le curamos con las artes que aprendimos de nuestras abuelas. Lo cierto es que el viento del sur lo trajo una noche, pidiendo asilo del invierno que estaba pronto a comenzar. Entró en nuestro castillo, para que no se dijera en tierras lejanas que la reina y la princesa de Irlanda eran mujeres gélidas, como los vientos de la isla en la que moran. Al verlo, sentí algo extraño en mi corazón, un sentimiento inexplicable que me robaba el aliento pero fue sólo por un segundo imperceptible. Luego la brisa se llevó la sensación que había hecho palpitar mi corazón.
En los días subsiguientes, entendí que el hombre que dice llamarse Trovaldo el arpista es en realidad Tristán de Lyonesse. Por más que tratase de disfrazarse como hombre simple, rudo, y sin educación, era imposible. Tenía el porte de un caballero de la corte del gran Rey Arturo y eso siempre se hace notar. Los aires comenzaron a batir con rumores de sus acciones en la corte del Rey Mark de Cornualles; de cómo la muerte apagó la vida de mi hermano Morold, Rey de la gran isla de Irlanda, en manos de una espada prodigiosa, una espada, que se encontraba cómo huésped en nuestro castillo.
Una mañana álgida, en el agua que usaba para el aseo, vi las imágenes de eventos que aún no han transcurrido; grandes distancias, sufrimientos, un gran amor, y hasta muertes. Mi hermano, Tristán, el Rey Mark…nuestros destinos estaban entrelazados y llevados de la mano por la muerte. ¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así? No. No estoy dispuesta a aceptar este destino que me han mostrado. Soy mi propio camino.
Esa noche. Esa misma noche encontré el valor para tomar la daga en mi mano, la que se dedicaba a las artes mágicas y al culto de la diosa brillante, ahora sería el instrumento de la diosa sombría. El destino no me iba a tomar por los pelos.
Su herida era el pretexto perfecto. Recorrí los pasillos del castillo hacia su aposento, convenciendo a mi dama de compañía que no la necesitaba, que bien podía cambiar las vendas sin su ayuda. Entré en la recámara sigilosa como sombra. Estaba tirado en la cama. ¡Si supiera lo indefenso que se ve!
Poco a poco, envuelta en una capa de tinieblas, llegué hasta su lado. Levanté el arma en el aire. “Oh, Diosa de la Noche, Madre de la Oscuridad, en tu nombre termino la vida de este hombre”. Entonces cayó la daga en la almohada.
- No entiendo. ¿Qué pasó? - Trovaldo me miraba, sus ojos resplandecientes.
- Parece que tu Diosa no quería que muriera.
El mismo sentimiento había vuelto, ese que tuve el día en que pose mis ojos en los suyos.
- Entonces, ¿es así cómo se siente el amor? – inquirí, al aceptar el destino que me había sido entregado.
- No sabría decirte. Nunca lo había sentido anteriormente – respondió, su voz trémula y hasta tímida.
- ¿Un caballero sin un gran amor?
- Hasta ahora…
Volvieron a mí las imágenes de la mañana. Me rendí frente al amor que me trajo el viento y así, a todo lo que este trajese consigo.
2 comment(s):
***APLAUSO***
:D
By Goddess, at 06 febrero, 2006 05:39
La naturaleza nos entrelaza con unos, por vía sanguínea. El destino nos hace encontrar con otros, por conspiración universal. Y como cada quien, dentro de sus circunstancias, debe caminar el camino que le traza la existencia, no hay linajes ni barreras que impidan lleguemos a nuestro final. Cualquiera que éste sea. Gracias Iva, por tan tierno relato.
By Bohemia Musical, at 06 febrero, 2006 14:27
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