Pinacoteca

lunes, septiembre 18, 2006

El último orgasmo

Llegó al apartamento luego de un día de trabajo arduo. Sus brazos me rodearon, como si esa acción pudiese grabar mi cuerpo en la memoria del suyo. Me acariciaba el cabello y miraba mis ojos con una profundidad que no había percibido anteriormente. Se me retorcía el estómago al verlo de esa manera. Las palabras se me atascaban en la garganta, evitando que verbalizara mis sentimientos. Quizás era mejora así.

Sobre la cama en la que tantas veces nuestros cuerpos se hablaron, comenzó la despedida.

- Mi niña, mi niña... - repetía una y otra vez mientras sus manos viajaban por mi cuerpo.

- ¿Qué pasa? - pregunté, distante y entre gemidos, al sentir sus caricias entre las piernas

- No te vayas, por favor - susurró al tiempo que besaba la oreja. La sonrisa que había comenzado a formarse desvaneció.

- Sabes que me tengo que ir... - contesté e inmediatamente lo besé a ver si cambiaba el tema. Se separó un poco para verme mejor e inquirió:

- Pero, ¿por qué? No tienes que irte tan lejos. Lo que quieres hacer lo puedes hacer aquí - noté que sus manos habían hecho una pausa en el viaje. Me senté y lo miré nuevamente a los ojos. Él miró los míos y vi que poseían un brillo luminiscente que rara vez estaba ahí. Respiré hasta sentir el aire llenar mi estómago y dije:

- Es que no me quiero quedar. Además, ¿ dónde voy a vivir? Ya renté...

- Aquí. Conmigo - interrumpió. Me miró fijamente.

No podía creer lo que sugería. Pensé que todo había quedado claro desde el comienzo.

- Por favor...no me hagas esto...Cuando nos conocimos sabías que este día iba a llegar... - contesté tratando de mantener la compostura.

- Pero es que...¿No ves? ¿No puedes ver lo que siento por ti? - sólo sus lágrimas respondieron. Tomó mi cara en sus manos y me besó. Yo le correspondí el beso pero mi estómago estaba hecho nudos.

Sus manos continuaron hablándole a mi corazón; sus labios me besaron para que no los olvidara, para que recordara la ternura con que acarició mi cuerpo. No descansó hasta que le respondió como él deseaba: con el último orgasmo que le entregaría.

En la mañana recogí mis cosas, las pocas que quedaban en su apartamento, y las guardé en la maleta. Él, sentado en la cama, me miraba con ojos suplicantes. Se acercó para besarme pero se alejó y fingió una sonrisa. Le respondí con el beso que me quiso dar y lo dejé en el cuarto que guardaría el recuerdo de nuestros encuentros.

Tomé un taxi al aeropuerto. Desde la noche anterior, un profundo dolor en el pecho me acompañaba. Hacía que lo sintiera apretado y a veces me faltaba el aire. Estuvo conmigo en la sala de espera. Allí me torturó con su latir insistente , recordándome lo que acababa de hacer pero aún podía cambiar. Subí al avión y fue entonces que las lágrimas al fin se presentaron y el dolor comenzó a disiparse.



Foto: Polly Errington, Fiona on the stairs (2004) en DeviantART

* Este cuento es parte de la colección inédita
Algunas aberraciones y un orgasmo.

jueves, septiembre 07, 2006

La luz


Hoy necesito una luz multicolor que alumbre la oscuridad que me invade.







Giacomo Balla. (Italian, 1871-1958).
Street Light. c. 1910-11 (dated on painting 1909). Oil on canvas, 68 3/4 x 45 1/4" (174.7 x 114.7 cm).



Museum of Modern Art, New York, Julio 2006