Mi Colombia
El país que conocí hace cinco años atrás no es el mismo que está en las noticias hoy día. Cuando me mudé a Bogotá, Uribe estaba a punto de tomar posesión. Yo vivía en un hotel en la Carrera 8va, Calle 68A. Mi abuela, quien vivió en Bogotá hace 50 años atrás me había dicho que tratara de quedarme en esa área, conocida como Chapinero, porque era donde ellos vivían – donde la gente pudiente y de bien se asentaban. Lo que ella no sabía era que ya la época de oro de Chapinero había pasado y no era el lugar más seguro para vivir. De hecho, el día en que Uribe se hizo presidente del país, un coche bomba explotó tres calles más abajo de donde me estaba quedando. Era domingo y por lo general, caminaba esa misma calle para tomar las onces pero ese domingo, decidí ir en la otra dirección – hacia la catedral y el área donde se concentraban toda el área comercial.
En esta foto se ve el edificio en el que vivía. Colprensa.
Unas semanas después, me mudé a un apartamento rentado sobre la Carrera 13 con Calle 38. No le hice caso a todos los que decían que debía mudarme al norte porque era más seguro; yo prefería estar cerca de la universidad. Ahora admito que esa decisión tuvo mucho que ver con el transporte público. Si hay algo que ha mejorado desde que viví allí, es que ahora el Transmilenio llega hasta Suba. Hacía cualquier cosa por no subir ni a una buseta ni a un ejecutivo. Me hice amigo de un taxista – mi Álvaro querido – para que me llevara a hacer diligencias. Con el tiempo, incluso, llegué a tomar taxis en la calle, algo que siempre me decían que no hiciera. Uno desarrolla un sexto sentido para esas cosas y aprende cuáles son de confiar y cuáles no.
Hacía muchas cosas que los bogotanos consideraban riesgosas: iba al cine sola y de noche; caminaba desde mi apartamento al centro; los domingos iba al pulguero o almorzaba con algún amigo (a); llegué a ir al sur de la ciudad porque tenía una amiga allá y ella me invitaba a ver tele (nunca llegué a comprar uno); fui al norte, al sur, al este y al occidente; incluso, fui a Medellín a visitar la familia de mi compañero en ese entonces por tierra – y regresé de noche.
Quizás me arriesgué mucho pero no me arrepiento de nada. A pesar de que no todas mis experiencias fueron buenas, llevo a Colombia en la sangre, como patria escogida y adoptada que es para mí. No hay día que no extrañe la frescura del clima, el sabor de las verduras, pero más que nada, el calor de la gente que conocí.
Mi Colombia
Tu eras mi Colombia.
Gránulos de café
con sabor a tu piel.,
piel suave como los
pétalos de las flores que
los silleteros cargan.
Como te cargo porque
no sé donde más llevarte.
Tu eras mi Colombia.
El azul de tus yins,
el amarillo de tu camisa,
el rojo de amor desperdiciado.
Los vallenatos que hablan
de mi corazón roto,
de la esperanza...
mis límites colindaban
con los tuyos,
mis límites
explotaron para que
desaparecieran las fronteras.