Pinacoteca

lunes, abril 30, 2007

Mi Colombia

Colombia está de moda. Desde que el presidente Álvaro Uribe tomó las riendas del país, se ha ocupado de mejorar la imagen internacional de su patria. Eso me da mucha alegría porque hace años que sé que Colombia es un país excepcional.


El país que conocí hace cinco años atrás no es el mismo que está en las noticias hoy día. Cuando me mudé a Bogotá, Uribe estaba a punto de tomar posesión. Yo vivía en un hotel en la Carrera 8va, Calle 68A. Mi abuela, quien vivió en Bogotá hace 50 años atrás me había dicho que tratara de quedarme en esa área, conocida como Chapinero, porque era donde ellos vivían – donde la gente pudiente y de bien se asentaban. Lo que ella no sabía era que ya la época de oro de Chapinero había pasado y no era el lugar más seguro para vivir. De hecho, el día en que Uribe se hizo presidente del país, un coche bomba explotó tres calles más abajo de donde me estaba quedando. Era domingo y por lo general, caminaba esa misma calle para tomar las onces pero ese domingo, decidí ir en la otra dirección – hacia la catedral y el área donde se concentraban toda el área comercial.

En esta foto se ve el edificio en el que vivía. Colprensa.

Unas semanas después, me mudé a un apartamento rentado sobre la Carrera 13 con Calle 38. No le hice caso a todos los que decían que debía mudarme al norte porque era más seguro; yo prefería estar cerca de la universidad. Ahora admito que esa decisión tuvo mucho que ver con el transporte público. Si hay algo que ha mejorado desde que viví allí, es que ahora el Transmilenio llega hasta Suba. Hacía cualquier cosa por no subir ni a una buseta ni a un ejecutivo. Me hice amigo de un taxista – mi Álvaro querido – para que me llevara a hacer diligencias. Con el tiempo, incluso, llegué a tomar taxis en la calle, algo que siempre me decían que no hiciera. Uno desarrolla un sexto sentido para esas cosas y aprende cuáles son de confiar y cuáles no.


Hacía muchas cosas que los bogotanos consideraban riesgosas: iba al cine sola y de noche; caminaba desde mi apartamento al centro; los domingos iba al pulguero o almorzaba con algún amigo (a); llegué a ir al sur de la ciudad porque tenía una amiga allá y ella me invitaba a ver tele (nunca llegué a comprar uno); fui al norte, al sur, al este y al occidente; incluso, fui a Medellín a visitar la familia de mi compañero en ese entonces por tierra – y regresé de noche.


Esta era la vista desde el piso 20 en el que vivía.

Quizás me arriesgué mucho pero no me arrepiento de nada. A pesar de que no todas mis experiencias fueron buenas, llevo a Colombia en la sangre, como patria escogida y adoptada que es para mí. No hay día que no extrañe la frescura del clima, el sabor de las verduras, pero más que nada, el calor de la gente que conocí.




Mi Colombia


Tu eras mi Colombia.

Gránulos de café

con sabor a tu piel.,

piel suave como los

pétalos de las flores que

los silleteros cargan.

Como te cargo porque

no sé donde más llevarte.

Tu eras mi Colombia.

El azul de tus yins,

el amarillo de tu camisa,

el rojo de amor desperdiciado.

Los vallenatos que hablan

de mi corazón roto,

de la esperanza...

Como dice Jairo Aníbal Niño,

mis límites colindaban

con los tuyos,

mis límites

explotaron para que

desaparecieran las fronteras.

Tú eras mi Colombia.

miércoles, abril 25, 2007

Silencio



Silencio.

Me ahogas

Con tus desdenes.

Te llenas de voces

Que no quiero escuchar.

Son luces quizás,

Sí, luces que viajan

A través de los

Ecos

Ecos

Ecos.

Es extraño,

Sentir cómo se apoderan

De todo.

Sí, las voces

Que me torturan

Y no me dejan escucharte

silencio.


(Sé que tienes algo que decirme.)


Un chirrido irrumpe

En mi mente;

Todo se ve blanco

Como el sol.

Qué extraño

Saber que el silencio

Está hecho de luz.

martes, abril 24, 2007

Este próximo jueves...



jueves, abril 12, 2007

Uno más...





Tendré 29 por muchos años más. Esa es la verdad, al desnudo.

sábado, abril 07, 2007

De cómo los recuerdos asaltan en los momentos más extraños

Viernes. 6 de abril. Es el cumpleaños de mi prima. No la llamo. No tengo su número. Olvido escribirle un email (nota: escribirle hoy, aunque sea dos días más tarde). Había decidido días atrás ir al cine con No-Apta. Ella escoge The lives of others (Das Leben der Anderen, La vida de otros). Yo no me opongo. Nos impresionan las escaleras eléctricas, que todo sea en cristal en el nuevo cinema. Una pena que no hay mejor vista que el Tren Urbano y un estacionamiento. Al entrar al teatro, nos quedamos boquiabiertas. ¡Los asientos parecían los de primera clase en un avión! Decidimos mudarnos al cine permanentemente...sino fuera por el costo de la taquilla...

Recuerdo entonces una vez que fui al cine, sola, en Boston. Los asientos eran de esos viejos, interconectados, en las salas grandes, donde uno se para en el lado izquierdo y lo siente la persona que se encuentra sentada en el lado derecho. Fui a ver una película que no era muy popular, lo evidenciaba la sala prácticamente vacía (creo que era All the pretty horses). Ya empezada, entró una pareja que se sentó en la esquina opuesta de la misma fila en la que me había sentado. Inmersa ya en la trama, comienzo a sentir un movimiento rítmico e incesante. Disimuladamente, miro hacia mi derecha y veo que la chica está sentada sobre el chico. La sala es bastante grande así que no puedo distinguir lo que hacen, sólo siento los movimientos en mi lado que llegan con unos segundos de retraso. Me encuentro frente a un dilema: ¿me muevo o me quedo en el mismo asiento? Ciertamente, mudarme no sería un problema en un cine prácticamente vacío pero no quería interrrumpir la intimidad de la pareja. Me quedé. Sentada. Como en una ola. Fuera del mar y lejos del agua. Sentí alivio cuando antes de terminar el film, vi una luz colarse de la antesala y me fijé que mi fila estaba una vez más, vacía.

En este nuevo cine, no pasaría eso. Las sillas tienen entre medio una mesita para poner el sushi, los sandwiches, el vino o el café que puedes comprar en la concesión. No hay rodillas dándote por detrás de la cabeza, ni pies tocando tus partes posteriores. Aquí, eres tu propio mundo. Casi olvidé que estaba en un cine. Me parecía más el teatro privado al que fui una vez en casa de un familiar de una amiga. Un cuarto dentro de la misma casa lleno de sillas La-Z-Boy, películas a granel y un sistema surround sound como el de cualquier cine. Pasé un día entero allí. Entré de día y cuando salí, ya la noche se había apoderado del cielo.

Termina la película. No-Apta y yo no podemos hablar. Nos ha dejado impresionadas.

- ¿Quieres una cerveza? - le pregunto.
- ¡Sí! - responde aliviada.

Nos sentamos a tratar de digerir la película, la comida, el ambiente, la cerveza.

Es viernes santo.