Pinacoteca

sábado, diciembre 30, 2006

Resumen de Fin de Año à la Bridget Jones – Spinster, Singleton and Wanton Sex Goddess

Libras perdidas – NPI

Libras aumentadas - 50,634

Cigarrillos fumados - ¿cuenta el humo de sgunda mano?

Unidades del alcohol - mínimo 30, la mayoría de ellas este último mes

Cantidad de calorías - ¿quién puede pensar en eso?

Novios perdidos – 0

Novios ganados - 0

Encuentros sexuales - eso sólo lo sé yo...ustedes tendrán que averiguarlo

Cambios de color de pelo – 1 (me estoy convenciendo ahora de que me gusta)

Cambios de recorte – 2 (todavía no me acostumbro)

Ataques de llanto – 2 (mínimo, aunque el número real debe ser 5 ó 6)

Horas que pasé viendo tele – 4,759

Horas que pasé leyendo – 437

Horas que pasé durmiendo – 3,365

Tiempo que pasé al teléfono (según el contador de mi celular) – 32:50:17

Clases de maestría terminadas - 2

Trimestres de tésis perdidos por tener “writer’s block” - 2

Cuentos publicados en periódicos - 1 (al menos no fue tan improductivo creativamente)

Artículos escritos – 15 (más o menos, ninguno de ellos muy interesantes)

Tarjetas de navidad – 2 en papel, 2 electrónicas (¡uf! ¡qué mal!)

Número de Resoluciones de Año Nuevo mantenidas - si las encontrara, les podría decir

En general, hice excelente progreso este año.

lunes, diciembre 25, 2006

Sencillamente














¡FELICES FIESTAS!

lunes, diciembre 18, 2006

Un sábado surreal

Vi las luces encendidas. Hice memoria. Las había apagado, de eso estaba segura. Me acerqué rápidamente, aunque sentí un poco de trepidación al hacerlo. El carro estaba encendido sin nadie dentro. Tomé el celular y llamé a mi hermano. Le expliqué que no podía apagar el carro pero no la razón por la cual esta acción era imposible. Traté en vano de llamar a la policía. El número se encontraba ocupado. Fui hacia el guardia de seguridad del centro comercial y le expliqué que había encontrado mi carro encendido. "¿Y no se lo robaron?," preguntó atónito. "No. Está al otro lado con las luces encendidas." "Voy para allá ahora." Una hora más tarde, conseguí a un agente en el cuartel de turno. Una hora después, llegó el agente que iba a tomar la querella. Su primera acción: tomar en manos el arma con la que se perpetró el delito - que el ladrón había dejado dentro del carro y que no había tocado pensando en que tomarían huellas digitales. No preguntó mucho más. En 10 minutos preparó la querella. Y yo me quedé con una duda: ¿qué fue lo que asustó al ladrón?

lunes, diciembre 11, 2006

Bloguemia y cuento



En la tarde de ayer tuve la oportunidad de participar en la Bloguemia Boricua 2006. Fue una experiencia enriquecedora, en la que pude compartir con otros blogueros y escritores del país. Para ver más fotos, pueden pasar por aquí.
Incluyo el cuento que leí en la velada con algunos cambios.



Pinakothek der Moderne

Al entrar a Pinakothek der Moderne - escapando del frío impersonal de Munich - el sol tenue de la primavera brillaba por la rotonda, engañando a los que no saben que, en una ecuación matemática, sol no es igual a calor. Ésta se filtraba por el marco redondo del techo en cristal, creando los claroscuros que habitan en mí.


Muchas personas buscan los rayos del sol como girasoles, quizás pensando que morirán si este no se posa en sus cuerpos gélidos. Hay otras que le huyen, son alérgicos; vampiros que prefieren salir de sus cuevas cuando el centro de nuestra galaxia no es visible. Me identifico con estos, los que resuelven esconderse; los que escapan de sí.


Había llegado tan lejos para nada. Viajé en vano. Pensé que quizás, si escapaba de los elementos, no tendría que enfrentar el viento helado; mi cuerpo inerte; los pedazos de mi corazón. Tal vez así no tendría que recorrer las calles para encontrar los fragmentos desechados y hacer un intento infructuoso de restaurar mi corazón a su estado original.


Los pies me dolían luego de haber caminado del Alte Pinakothek al Neue Pinakothek tratando de identificar en cuál se exhibían el arte moderno y contemproráneo. Ninguno de esos dos era dado que los tres museos están localizados en el mismo cruce; sus edficios indistintos y sin rotular. O al menos, así me parecía.


Comencé mi recorrido por la sala de fotografía. En la exhibición de imágenes estadounidenses, me encontré con el pasado. Una sola foto de la ciudad en la que vivía hace mucho provocó que saliera aturdida. Sin embargo, regresé a ella, a la imagen que me transportó en el tiempo. La contemplé con tristeza. Allí había empezado todo. Una sonrisa se asomó: a pesar de todo, el recuerdo era agradable.


Salí al pasillo y la luz me alcanzaba. Decidí huir al sótano, donde tienen las colecciones de diseño de interiores y autos. Entre sillas incómodas y planos de arquitectura, no sentí nada. "¡Qué bien! ¡Un poco de paz!," me dije aliviada. Miré por horas objetos olvidables que no evocaban sentimiento alguno. Sólo contemplaba su belleza cautivante. Eso y nada más. Dentro de mí, el vacío ganaba terreno.


Dejé el tercer piso para lo último. Allí se encontraban las pinturas, mi parte favorita. Subí las escaleras lo más rápido posible para huirle al sol que se infiltraba por la rotonda. Me escondí en la primera sala que encontré. Los museos los experimento en la intimidad de mi ser; son lugares en los que me pierdo y me encuentro porque el arte despierta sentimientos escondidos e inesperados.


Observé pinturas de artistas que no recuerdo. Las lineas en los lienzos. La combinación de colores. El uso de medios. Ahora no los podría evocar con claridad porque el arte la experimento en el momento y luego la olvido. Ese día, en cambio, me pasó lo contrario en la sala de Baselitz.


Me senté un rato para descansar los pies adoloridos y dejar que mi imaginación nadara en los colores brillantes de sus pinturas. Dejé que mis ojos navegaran la sala, tomando el tiempo de disfrutar de la orgía visual frente a mí. Me sentía en paz en medio del vaivén de gente. Pasee la vista hasta que una escultura al final de la sala me llamó la atención. Caminé hacia ella. Tenía de frente una cara gigante con facciones pintadas en rojo pero las facciones no estaban pintadas donde habían sido talladas. "No lo puedo creer...Es que...no puede ser...," repetía incesantemente. Miré por largo rato la cara que tanto me inquetaba. No podía separarme de ella. Una fuerza misteriosa me mantenía inmóvil. Me vi retratada en la foto, en la escultura, en su desolación, que era mía también.


El artista me había descubierto. Me miré en ella hasta que no me importaron ni el sol ni el frío. Al fi acepté el reto de la escultura. Entonces, salí a enfrentarme a mi vida.

viernes, diciembre 01, 2006

Anticipación


No hay nada mejor que la excitación antes del acto.